Un Parque que hace aguas: una descripción subjetiva
Nace en Zaragoza el Parque Metropolitano del Agua. La publicidad oficial habla de un nuevo pulmón verde que triplica en dimensiones al que hasta ahora era el centro natural de Zaragoza (el Parque Grande) y que convertirá el futuro parque empresarial de Ranillas en un espacio aún más privilegiado. Campo de golf, Teatro Arbolé, sotos de ribera, negocios privados, noria siria, canal de aguas bravas,... ¡¡no son pocos sus atractivos!! La naturaleza no es la protagonista indiscutible, y el parque natural, ecológico y sostenible queda en entredicho.
Se habla del Parque Metropolitano del Agua, también denominado “Luis Buñuel”. “El parque de la Expo”, dicen algunos. En las empresas de comunicación para masas, este parque se cita como el espacio verde más grande de Zaragoza, con sus 120 hectáreas, su pulmón verde, el parque más importante de la ciudad, el mejor diseñado, el que más visitas recibirá en un futuro próximo. Un nuevo emblema, es decir, todo un ejemplo de buen hacer por parte del Ayuntamiento. Con tantas expectativas, una persona como yo, amante de los parques, árboles y espacios verdes públicos, no he tardado en visitarlo.
Mi primer viaje hasta el Parque del Agua fue nada más inaugurarse la Exposición Internacional Zaragoza 2008. Lo cierto es que no me imaginaba, entonces, que el parque pudiera ofrecerse a la ciudad en ese estado inacabado, con zanjas, material de obra y vegetación sin plantar. Decepcionante.
Sin embargo, les di una segunda oportunidad y esperé a que el Ayuntamiento de Zaragoza presentase públicamente el proyecto como terminado y apto para la visita de sus ciudadanos. Así que a principios de julio me dirigí de nuevo hasta el parque con mi bicicleta.
Al elegir este medio de transporte, pude hacer casi todo el recorrido por el carril bici, desde el Casco Histórico hasta el meandro de Ranillas. Hacía buena tarde, así que me crucé con un montón de personas que, como yo, aprovechaban la caída de sol para pasear con sus velocípedos por la ribera del Ebro. Me alegré al comprobar, como otras veces, la cantidad de zaragozanos que disfruta deambulando cerca del río. Pese a las numerosas talas en el plan de acondicionamiento del entorno del Ebro y otras muchas tropelías que se han ejecutado en su nombre, Zaragoza mira al Ebro con agrado, a pesar de que el río sigue sufriendo el azud y los dragados que le están imponiendo.
Para llegar al Parque del Agua, además de en coche o telecabina, puedes coger el autobús hasta allí (E2,E3, E4, E7 Avda. Ranillas) o llegar bordeando el recinto Expo. Pasas, desde fuera de la gris muralla que precinta la muestra, por algunos pabellones españoles, por el Iceberg y la Torre del Agua. Llega un momento, siguiendo el paseo por el que me conduce el carril bici, en el que interpretas que lo que queda a la derecha es el parque. A mi paso, ninguna señal ni indicación me precisa esa intuición. El parque no está vallado, menos mal, pero tampoco está bien señalizado. Para que os hagáis a la idea, por si todavía no lo habéis visitado, se accede por la parte trasera del Pabellón Siglo XXI, la nueva súper comisaría de policías de reciente construcción o más allá de la Torre del Agua. Para los que os desplacéis hasta él en bicicleta, la llegada es muy sencilla. Lo encuentras nada más pasar el cutre apaño realizado para que el carril bici sortee las marquesinas del paseo. Esta foto muestra la chapuza realizada, para que os echéis unas risas y os sirva de referente.
Yo entro por aquí, justo donde termina esta valla. Una entrada muy poco lucida a través de la cual te topas directamente con el Canal de Aguas Bravas, una de las principales atracciones del parque.
Se trata de un entretenimiento de imitación del rafting o deslizamiento en barca por los ríos. Pero no se baja por un río vivo, sino por un canal construido para ese fin, cuya agua se propulsa a una velocidad suficiente para el arrastre de barcas para unas ocho personas. Supongo que muy sostenible no es tener encendido todos los días las “4 bombas que permiten contar con un caudal máximo de 12 m3 por segundo” para mover semejante cantidad de agua por sus casi 350 metros de longitud y 6 de desnivel... Cuando yo llego, un grupo disfruta de su descenso. Es como bajar el río Gállego, pero sin estar en el río Gállego. Aquí no hay río, ni naturaleza, ni nada que no haya pasado por las manos del hombre. Lo demás es igual. El monitor entretiene al grupo con sus comentarios y los mete en la situación, haciendo que pasen un rato divertido y, a ratos, emocionante, con algún salto sin complicación. Este negocio privado dentro del parque ha sido concedido a Nautida, la cual cobra, como mínimo, 28 euros por persona por tres descensos de iniciación y ha diseñado la actividad para el disfrute de todo tipo de público. Sorprende que esta atracción haya sido “homologada para la organización de competiciones internacionales”, como les gusta anunciar a sus promotores.
Me llama la atención que muchos de los caminos que te llevan por el parque son asfaltados o de tierra. El asfalto, desde luego, no me gusta para un parque, es duro y poco apto para largos paseos o entrenamientos para carreras. Los de tierra, en un territorio como el valle del Ebro, en el que el cierzo sopla muchos días con rasmia, supone polvaredas incómodas para el paseo. En cualquiera de los casos, coches particulares, furgonetas de empresas, vehículos de las policías y grúas, circulan sin restricciones por estas vías, algunos a grandes velocidades como el cochazo que vemos en la fotografía.
También se mueve por ahí el trencito turístico, que recorre el Parque con indicaciones de una amable azafata que va explicando detalles de la Expo y del propio espacio verde. Al igual que el Trencico del Parque Grande, su propulsión es a motor. En este caso, se ha perdido la oportunidad de introducir un vehículo sostenible para este menester. El precio del viaje es de 4 euros por cabeza.
Es evidente que el parque no está terminado. Se observan por doquier innumerables elementos de obra y material de construcción, desperdigados por muchos de sus espacios. En algunos casos, es difícil encontrar un paisaje en el que la vida natural transcurra con autonomía de las herramientas humanas. Hay vallas, sacos, grúas, camiones, plásticos,... y un buen puñado de árboles y plantas extendidos por el suelo esperando una pronta plantación. Dicen que “en el Parque del Agua hay más de 40.000 arbustos y 25.000 árboles”, lo cual a primera vista dudo. Aquí van un buen puñado de fotos desde distintas perspectivas.
Da la impresión de que al parque le queda mucho trabajo por realizar para que, al margen del lento crecimiento de las especies vegetales, de cierta sensación a parque: a lugar verde, natural, en contacto directo con la vida vegetal y animal, en sosiego,...
También destaca en la zona más cercana a la Expo un complejo empresarial, un conjunto de restaurantes, bares y empresas, entre las que se encuentra el Teatro Arbolé. Antes de llegar allí, constato el binomio que no deja de cumplirse. Parque de la ciudad, sinónimo de cacas en los caminos. En este caso, las vistosas boñigas no son de canes, como es costumbre, sino de los caballos de la Policía Nacional con los que patrullan. ¿Usarán este estupendo nutriente para la tierra como compostaje natural para aportarle energías a las plantas?
A estas alturas del paseo, con el sol radiando con fuerza, apetece un traguico de agua. Pues resulta que no hay fuentes visibles ni señalizadas a la vista. Pregunto a unos bomberos descansando y a unos voluntarios de la Expo, y gracias a sus indicaciones encuentro la única fuente disponible, a priori, en todo el parque. Es un modelo curioso, también sin acabar, pero que me da agua del tiempo que es lo que buscaba.
En este parque, como novedad con respecto a otros parques “de barrio” de Zaragoza, hay Jardín Botánico. Más todavía, hay Jardines Botánicos, en plural, como se indica en algunos paneles. En ellos, se informa de algunas singularidades de las especies vegetales en muestra, que todavía no están lo suficientemente crecidas como para lucir vistosas para unos visitante ávidos de saberes sobre la vida vegetal. Las pocas personas que pasean por el parque se detienen en los paneles para informarse, lo cual me hace pensar que el pueblo tiene ganas de saber, y me alegra. En un característico alarde de cinismo local, uno de los paneles destaca los cultivos comestibles, las plantaciones destinadas a la alimentación humana que, en el parque, consta de frutales, viñedos, zarzales y plantas aromáticas. Una muestra cínica, decía, en una ciudad en la que se ha perdido, salvo alguna honrosa excepción, la fértil huerta mediterránea que propició el asentamiento definitivo de los humanos en este lugar. Precisamente, Ranillas, húmedo meandro sin urbanizar hasta hace unos pocos años, suponía la última huerta zaragozana, en la que las acelgas, como en otros lugares como el Galacho de Juslibol, crecen de manera silvestre. La publicidad oficial dice que “Una sociedad gestiona el jardín botánico ofreciendo cursos, talleres, recorridos guiados y una tienda de productos de botánica”, aunque yo no veo nada de eso.
Suena obvio que un parque denominado “del Agua” iba a dotar de un espacio destacado al líquido elemento. Me llama la atención los canales construidos, que puedes pasar por encima de sus feos puentes, de nuevo homenaje al hormigón. No es complicado fijarse en que la manera de cubrir de verde el suelo que llega hasta el agua ha sido con la colocación de mantos de césped, como el que ponen en algunos campos de fútbol. La mayor parte de estos mantos ya están amarillos, porque se han secado por falta de riego. Esta hierba está muerta, estéril y no volverá a crecer.
También me chocan los criterios elegidos para la plantación en algunas zonas del Parque. Se han plantado los árboles estrictamente alineados, en fila, rectos. Largas hileras geométricamente diseñadas, con los árboles a la misma distancia. No entiendo esta manera de crear un parque.
Llego hasta el complejo comercial. El Teatro Arbolé me sorprende. Por fuera, es muy feo, gris y metalizado, y está sin acabar. Tan solo un panel serigrafiado a color me indica que estoy donde quería estar. Entro para curiosear. Me recibe una chica, en funciones de azafata, que me explica que durante el verano, Arbolé está gestionando algunas de las actuaciones infantiles de la Expo, pero que también hay una representación diaria en esta sala, a cargo de una compañía que patrocina Acciona. Me dice que es algo sobre el agua y me repite lo de que es Acciona la que paga la propuesta. Precisamente Acciona, patrocinadora de la Expo y una de las empresas que más informes tiene en su contra en cuestiones de destrucción del medio ambiente y en el cumplimiento de los derechos humanos. Eso sí, la azafata me insiste en que me lleve unas invitaciones para cualquier tarde del verano. Hasta cuatro me llevo. Supongo que volveré.
La zona más animada del parque, sin duda, es la de juegos infantiles. Una decena de chiquillos se divierte en los columpios y tirolinas, rodeados de tierra, como en cualquier parque de cualquier barrio de Zaragoza, que no de las zonas más ricas de la ciudad, donde les ponen suelos de plásticos para que no se manchen los vestidos (vean la Plaza San Francisco, Sagasta o la Gran Vía). Los niños y niñas se divierten saltando, riendo y corriendo de un lado para otro.
Muy cerquita, la zona de baños “con dos piscinas fluviales con agua depurada de manera natural” en la que no hay nadie bañándose (pese al calor a esas horas) y una playa de arena con más de “5.000 metros cuadrados y 200 palmeras”, según dice la publicidad oficial. A esas horas, hay cuatro personas contadas disfrutando de las tumbonas. La playa, la verdad, me parece un cutre artificio. La zona de baño, paupérrima y enana. Pero para gustos, los colores.
En cuanto al centro termal “que aúna el concepto tradicional de los baños públicos con las
últimas tecnologías en hidroterapia”, nada que decir, porque no lo encuentro o no me fijo en él.
Sí que me chocan las farolas que han instalado, ya que hasta que no se iluminan no me había percatado de lo que eran esos bloques de hormigón que bordean casi todos los caminos del parque. Yo creía que eran bancos individuales y posiblemente lo sean, pero es que además, por la noche se iluminan sus focos hacia el suelo. No dan mucha luz, pero tampoco hace falta, en mi opinión.
Lo que sí que impacta en el parque es el denominado "Pitch&Putt", “un recorrido vallado de nueve hoyos con campo de pruebas y minigolf”. Un manto verde con hoyos para la práctica del golf que, en el momento de mi paseo, es regado con aspersores. Choca, y mucho, la imagen proyectada públicamente de los árboles con riego por goteo, cuyas mangueras son visibles porque ni siquiera se han soterrado, con el despilfarro de agua utilizado para regar un campo de golf que todavía está en desuso. Agua y desarrollo sostenible, dicen aquí. Agua para todos, dicen en Murcia. En ambos casos, agua para golf, una vez más. El “Las Ranillas Urban Golf” ocupa “8 hectáreas con un recorrido de 9 hoyos par 3. Los hoyos tienen una longitud de entre 70 y 200 metros con amplios tees y greens, bunkers de distintas dificultades y agua en algunos hoyos. Distintas y variadas zonas de entrenamiento, con una amplia pista de prácticas y putting green, que servirán de escuela para futuros jugadores de gol”f. Despilfarro y mal ejemplo, que choca con la publicidad que erige a este parque “en modelo de sostenibilidad y respeto al entorno natural”. También aseguran que “el mantenimiento del parque está articulado en torno a un sistema hidráulico integral y cerrado que parte de la captación del agua del río, su depuración y utilización en zonas de riego o de baño, y finalmente su nueva devolución al cauce, completamente filtrada de forma ecológica y natural (a través de unas láminas de decantación con vegetación). Toda el agua se distribuye a través de una red de canales y balsas que surcará todo el Parque Metropolitano del Agua”. Al no poder charrar con ningún técnico, no puedo asegurar esto.
Como símbolo de este compromiso de sostenibilidad han elegido una noria de agua gigante (16 metros de diámetro), “diseñada por artistas franceses y realizada por artesanos sirios y aragoneses, que recuerda el pasado en común de los pueblos del Mediterráneo y el aprovechamiento sostenible de los recursos hidráulicos”. Y no han elegido mal símbolo, ya que la noria no gira por si misma, como indicaría su buen uso, sino que su tracción es a motor. La ruidera que origina, ante el símbolo de Endesa (reconocida empresa atacadora a los derechos humanos en el mundo y con epicentro en España), no me anima a quedarme mucho rato contemplándola.
Mi visita acaba cuando el sol comienza a desaparecer y las nubes de polvo incomodan el paseo. Me quedo sin conocer la zona de aventura junto al soto de ribera, pensada para familias. Desde la lejanía, contemplo los circuitos multiaventura para adultos y niños, con tirolinas y rocódromos, previo pago.
Para el próximo viaje, dejo pendiente el descubrimiento de la ribera, ya que se supone que “se ha conservado toda la masa vegetal autóctona del meandro, situada en el contorno perimetral del mismo, asegurando de este modo los procesos geomorfológicos naturales de las riberas del río”.
Abandono el parque por el Bulevar de Ranillas, en el que encuentro una enorme Comisaría Nacional de Policía, una aparhotel, un parking y oficinas de la Expo. Todo precioso.
Pueden decirnos que este parque es muy grande, que es muy bonito, que será más importante que el del Retiro o lo que les de la gana. Pero es un parque sin terminar, en el que el campo de golf tira para atrás, en el que destacan, por encima de la vegetación, los negocios empresariales. En el que su mantenimiento va a ser costoso para que los árboles y plantas crezcan en condiciones favorables. De momento, a menos de un mes de su inauguración, su imagen es deplorable. En una ciudad en el que el presupuesto en Parques y Jardines es vergonzoso, en donde no hay una plantilla pública de jardineros especializados en el cuidado de los espacios verdes, donde las arcas del Ayuntamiento están en bancarrota, como asegura el propio encargado de Economía, Paco Catalá. Preocupa, desde luego. El Parque Grande está pendiente de una reforma integral a partir del 2009, fruto de los acuerdos ciudadanos tras la Iniciativa Ciudadana para el Parque Grande (www.parquegrande.org), algunos parques de la ciudad están en un estado de abandono deplorable. Se amplian las zonas verdes en Arcosur o Valdespartera. Los árboles que se talan o se destrozan (como el que partieron en dos en La Plazoleta, en pleno corazón del Casco Histórico http://saludamoryrebeldia.blogspot.com) no se reponen en meses (hasta dos años dicen que tardan si llamas al teléfono del Servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento).
El Parque es duro en verano, sin sombras ni fuentes, pero más duro puede ser en invierno al asentarse en terrenos inundables, con densas nieblas y muy bajas temperaturas.
El tiempo nos dirá si nos hayamos ante otro despropósito de los gerifaltes del poder, utilizando la ecología y la naturaleza para seguir en su status económico, o realmente Zaragoza celebrará el nacimiento de un nuevo parque para uso ciudadano en contacto con la vida natural.
6 Comments:
Felicidades por el reportaje. Muy gráfico, sincero y adaptado a la realidad.
Que no pare, digo!
jueves, 17 de julio de 2008, 12:42:00 CEST
Gracias, miguel.
Siento que la maquetación no sea todo lo bonita que podría (por mis nulos conocimientos,...), pero te agradezco que percibas la subjetividad sincera con la que está escrito.
Se trata de romper el consenso de mentiras que hay en torno a la Expo. Y de rescatar algo bueno de esta ciudad en transformación,... hacia algo peor.
Un saludo,
nacho
jueves, 17 de julio de 2008, 16:22:00 CEST
Excelente reportaje, felicidades!
lunes, 28 de julio de 2008, 15:18:00 CEST
Gracias por los ánimos.
¡A difundir entre todas, pues!
viernes, 15 de agosto de 2008, 22:26:00 CEST
que cutre...
lunes, 18 de agosto de 2008, 21:17:00 CEST
Cutre, anónimo visitante, quiere decir, entre otras acepciones, tacaño y miserable.
¿no es tacaño y miserable un comentario anónimo, con falta ortográfica y faltón en un blog en el que se difunde el razonamiento y los debates abiertos?
Razona y serás bienvenido.
lunes, 18 de agosto de 2008, 23:42:00 CEST
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