Aragón arde. Apaguemos el Apocalipsis
(la ilustración, como muchos ya habréis acertado, es de José Luis Cano, pillada de su bitácora).
Aragón arde. Apaguemos el Apocalipsis.
Nacho Escartín. La enredadera de Radio Topo.
Aragón arde. Los incendios en nuestros montes nos traen paisajes de Apocalipsis. En las últimas semanas han ardido bosques en Aliaga, Ejulve, La Zoma, Cañizar del Olivar y Villarluengo; Alloza y Andorra; Cedrillas, Corbalán, Cuevas Labradas y El Pobo; Valdeltormo y La Fresneda; Los Olmos; Morés, Chodes, Morata y Arándiga; Massalió,... Hoy mismo, las llamas queman Jaulín, Valmadrid y María de Huerva. Más de 12.000 hectáreas arrasadas. El paisaje cultural aragonés, como leíamos hace unos días en la bitácora de Víctor Manuel Guíu Aguilar, “ha sufrido un serio revés. Ya nunca volveremos a ver el Maestrazgo y los Montes de Els Ports como fueron hasta hace tan sólo una semana”.
No todos los incendios son desastres ecológicos, ni siquiera todos los grandes incendios. Las empresas de comunicación para masas promueven cada verano “flashes” erróneos al respecto. Los paladines de informaciones impactantes y morbosas no ayudan precisamente a que Aragón sea un espacio rico en matices naturales.
Los incendios han ocurrido en el pasado y seguirán ocurriendo en el futuro. En los bosques mediterráneos, el fuego es un proceso natural, una parte del ciclo en el que la naturaleza regenera la vegetación y limpia los bosques que envejecen. De esta manera los pinares mediterráneos se han recreado naturalmente durante millones de años.
No obstante, “incendios muy seguidos pueden acabar con el pinar si no da tiempo a que los ejemplares nacidos después del incendio anterior lleguen a la edad adulta y fructifiquen dando piñas”, como nos informan en la bitácora Sekano.es.
Desde 1961, fecha en la que se inicia la serie anual de datos al respecto, el número de incendios se ha incrementado muy significativamente en el estado español, pasando de una media de 9.515 incendios al año en la década de los años ochenta a 18.141 en los años noventa, y alcanzando ya una media de 20.779 incendios en los seis primeros años de la actual década, según datos aportados por Ecologistas en Acción. Tan solo Portugal registra un número mayor de incendios y superficie quemada con respecto a otros países mediterráneos de Europa como Italia o Grecia. Entre los años 2000 y 2006, se ha quemado una superficie de 994.539 ha., lo que supone el 3,9% de toda la superficie forestal y casi el 2% de la superficie de todo el estado español (una superficie similar a toda Navarra, una barbaridad).
Una de las razones de este incremento es el cambio climático. Más calor y falta de humedad, en resumen. “Pero el elemento esencial de los incendios no es el factor climático, sino la intencionalidad de los mismos” como nos recuerda en sus campañas Ecologistas en Acción. En el estado español, el ser humano produce el 78% de los incendios, donde tan solo el 4% tienen su origen en rayos (en Aragón esta cifra aumenta hasta el 30%).
Sin embargo, no son los pirómanos ni los fumadores los principales causantes del fuego, como a veces nos quieren hacer pensar. Esos son los motivos en el 7,58% y 2,65%, respectivamente. Lo de buscar cabezas de turco es algo muy típico de los poderes de estos tiempos. “Las quemas agrícolas y para la obtención de pastos causan el 53,65% de los incendios con motivo conocido que se producen cada año. Entre 1996 y 2005 las quemas agrícolas y las quemas para regenerar pastos causaron mas de 57.000 incendios”.
Tampoco podemos olvidar que “el 19,12% restante se divide entre quema de basuras y escape de vertederos, hogueras, venganzas, vandalismo, obtención de madera a bajo precio, recalificaciones de terrenos, modificaciones de uso del suelo (de forestal a agrícola), disensiones en la titularidad de los montes, etc”. En Aragón las negligencias generan el 52% de los incendios, según datos de Ecologistas en Acción.
La revista Ecosistemas, de la Asociación Española de Ecología Terrestre, señala que “debido a los recientes cambios de uso y gestión del paisaje, los regímenes naturales de incendios han sido alterados, produciendo incendios más destructivos. Algunas zonas tradicionalmente sujetas a incendios frecuentes y poco severos, están actualmente sujetas a incendios poco frecuentes pero intensos”.
Ante este panorama, es necesario desarrollar campañas de sensibilización que frenen esa cantidad enorme de incendios provocados. La verdadera prevención consiste en evitar las causas que originan los incendios, no solo en invertir ingentes esfuerzos económicos y humanos en controlar los ya iniciados. Los dineros del Plan Especial de Restauración para las zonas afectadas que ha anunciado el Gobierno de Aragón no devolverán los árboles a las zonas afectadas.
Son necesarias medidas preventivas efectivas. “Los montes se queman porque no se limpian”, se oye de muchas bocas. A diferencia de otras épocas, en la que trabajaban más personas en territorios rurales, se realizaba el pastoreo,... hoy se han abandonado muchas actividades tradicionales den los bosques. Actualmente hay un exceso de maleza, de biomasa, acumulada por los montes, materiales combustibles que favorecen la extensión de las llamas.
Pero, ¡ojo!, porque las limpiezas indiscriminadas de matorral y monte bajo también producen un impacto ambiental considerable, reduciendo la biodiversidad de los ecosistemas, por lo que deberían restringirse a los márgenes de las infraestructuras lineales y ser realizados de manera selectiva en las áreas cortafuegos. Hace falta un sistema de prevención que tenga en cuenta las particularidades de cada zona. En ciertos casos, algunos estudiosos rechazan los cortafuegos como tales, y promueven la creación de zonas de transición. Plantean, como alternativa, que las plantas se separen entre si y haya zonas que rompan la continuidad de los bosques con pastos para el ganado.
Vallejo y otros autores, en “Restoration ecology: The New Frontier” (Blackwell Science, Oxford 2006) consideran que “existen métodos y herramientas de gestión del paisaje para reducir el impacto de los incendios, es decir, para reducir la erosión del suelo y facilitar la regeneración y recolonización de las especies. Estos métodos se aplican tanto antes del fuego (gestión de la vegetación, del combustible y del paisaje) como después del fuego (técnicas de restauración tales como la protección del suelo, las siembras, las plantaciones, etc.) y deben ser adaptados a la zona concreta de acción y no de forma masiva a toda el área afectada por el incendio”. Controlado y extinguido el incendio, la pérdida de vegetación favorece la erosión con las lluvias otoñales, lo que provoca que los mantos de agua arrastren la capa fértil del suelo y se dificulte la reforestación. Hay que tratar de salir de este círculo vicioso, ya que esta degradación, además de la pérdida de flora y fauna, “altera drásticamente el ciclo hídrico al disminuir la infiltración y, con ello, las reservas hídricas subterráneas, aumenta la escorrentía y el riesgo de crecidas en arroyos y vaguadas con la llegada de lluvias torrenciales. Además, los incendios forestales son una importante fuente de emisión de gases de efecto invernadero (hasta un 1% del total de emisiones en el estado español) y , por tanto, una de los factores que contribuyen al cambio climático”, como nos recuerda Ecologistas en Acción.
“Además de daños sociales (pérdida de vidas humanas y viviendas) y ambientales, los incendios forestales comportan considerables consecuencias económicas, no sólo a causa de la destrucción que originan, sino también por la gran cantidad de recursos que se destinan a medidas de prevención, extinción y restauración”. A pesar de ello, científicos como J.S.Silva, del Centro de Ecología Aplicada Prof. Baesta Neves de Portugal, o J. De las Heras Ibáñez, Ingeniero Agrónomo y profesor de la Universidad de Castilla La Mancha, entre otros muchos, consideran que el drama de los incendios forestales no preocupa como debería a las autoridades de la Unión Europea.
Los datos aportados charran por si solos: no se están haciendo los esfuerzos necesarios en prevención, sensibilización y educación de la sociedad. Si somos los seres humanos los causantes de muchos incendios, queda patente que las multas y medidas represivas no están siendo eficaces. Rogelio Silva, consejero en el Gobierno de Aragón de Política Territorial, Justicia e Interior, Alfredo Boné, de Medio Ambiente, y tantos otros gerifaltes implicados en esto de los incendios no parecen estar muy convencidos en emprender medidas adecuadas para preservar nuestros pinos, encinas, eucaliptos o montes bajos. Sus declaraciones de estos días, incidiendo en las “extraordinarias circunstancias que se dieron a comienzos de la pasada semana y que provocó el inicio de tantos focos de manera simultánea: tormentas secas, vientos y altas temperaturas” dan muestra de su cinismo. ¿Acaso no es habitual que en pleno verano haga en Teruel muchísimo calor, no llueva pero caigan rayos y, al mismo tiempo, se levante viento?.
Se malgastan recursos en desplazar a más de 2.000 profesionales para la extinción de los incendios, evacuar a cientos de vecinas de las zonas afectadas, compensar con ayudas económicas, etc. La práctica totalidad de estos gastos de extinción “se hacen a costa de detraer inversiones de otras actuaciones en medio ambiente, en muchos casos relacionadas con la gestión y conservación de espacios y especies protegidas, resulta preocupante el progresivo incremento de esta partida, especialmente en comparación con los presupuestos existentes para prevención de incendios y conservación de la naturaleza en general” como nos recuerdan desde Ecologistas en Acción. No hay que olvidar, además, la muerte del bombero Ramón Conejero en las labores de extinción del incendio de Cedrillas-Corbalán (unas 200 personas han fallecido apagando incendios forestales en los últimos 20 años).
Este texto no deja de ser más que un granito de arena para implicar a las que lo leéis en la lucha contra los incendios forestales que no son naturales. La conservación de la diversidad biológica es imprescindible para la continuidad de la vida en este planeta, como bien sabía Domingo Esteban Tenas. Con su recuerdo terminamos, el de un albañil, nacido en Lécera (Zaragoza) y vecino de Zuera, que de manera anónima y desinteresada repobló un gran número de hectáreas de bosque en Zuera. Junto a colegios, asociaciones, cooperativas y la Asociación de Vecinos “Odón de Buen”, plantó más decenas de miles de árboles para recuperar la zona quemada en el gran incendio de 1979. Nuestro particular “hombre que plantaba árboles” nos sirve de ejemplo de que otro mundo es posible, si nos ponemos ya mismo a defenderlo y recuperarlo.
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Domingos desde las 21 hs.
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Aragón arde. Los incendios en nuestros montes nos traen paisajes de Apocalipsis. En las últimas semanas han ardido bosques en Aliaga, Ejulve, La Zoma, Cañizar del Olivar y Villarluengo; Alloza y Andorra; Cedrillas, Corbalán, Cuevas Labradas y El Pobo; Valdeltormo y La Fresneda; Los Olmos; Morés, Chodes, Morata y Arándiga; Massalió,... Hoy mismo, las llamas queman Jaulín, Valmadrid y María de Huerva. Más de 12.000 hectáreas arrasadas. El paisaje cultural aragonés, como leíamos hace unos días en la bitácora de Víctor Manuel Guíu Aguilar, “ha sufrido un serio revés. Ya nunca volveremos a ver el Maestrazgo y los Montes de Els Ports como fueron hasta hace tan sólo una semana”.
No todos los incendios son desastres ecológicos, ni siquiera todos los grandes incendios. Las empresas de comunicación para masas promueven cada verano “flashes” erróneos al respecto. Los paladines de informaciones impactantes y morbosas no ayudan precisamente a que Aragón sea un espacio rico en matices naturales.
Los incendios han ocurrido en el pasado y seguirán ocurriendo en el futuro. En los bosques mediterráneos, el fuego es un proceso natural, una parte del ciclo en el que la naturaleza regenera la vegetación y limpia los bosques que envejecen. De esta manera los pinares mediterráneos se han recreado naturalmente durante millones de años.
No obstante, “incendios muy seguidos pueden acabar con el pinar si no da tiempo a que los ejemplares nacidos después del incendio anterior lleguen a la edad adulta y fructifiquen dando piñas”, como nos informan en la bitácora Sekano.es.
Desde 1961, fecha en la que se inicia la serie anual de datos al respecto, el número de incendios se ha incrementado muy significativamente en el estado español, pasando de una media de 9.515 incendios al año en la década de los años ochenta a 18.141 en los años noventa, y alcanzando ya una media de 20.779 incendios en los seis primeros años de la actual década, según datos aportados por Ecologistas en Acción. Tan solo Portugal registra un número mayor de incendios y superficie quemada con respecto a otros países mediterráneos de Europa como Italia o Grecia. Entre los años 2000 y 2006, se ha quemado una superficie de 994.539 ha., lo que supone el 3,9% de toda la superficie forestal y casi el 2% de la superficie de todo el estado español (una superficie similar a toda Navarra, una barbaridad).
Una de las razones de este incremento es el cambio climático. Más calor y falta de humedad, en resumen. “Pero el elemento esencial de los incendios no es el factor climático, sino la intencionalidad de los mismos” como nos recuerda en sus campañas Ecologistas en Acción. En el estado español, el ser humano produce el 78% de los incendios, donde tan solo el 4% tienen su origen en rayos (en Aragón esta cifra aumenta hasta el 30%).
Sin embargo, no son los pirómanos ni los fumadores los principales causantes del fuego, como a veces nos quieren hacer pensar. Esos son los motivos en el 7,58% y 2,65%, respectivamente. Lo de buscar cabezas de turco es algo muy típico de los poderes de estos tiempos. “Las quemas agrícolas y para la obtención de pastos causan el 53,65% de los incendios con motivo conocido que se producen cada año. Entre 1996 y 2005 las quemas agrícolas y las quemas para regenerar pastos causaron mas de 57.000 incendios”.
Tampoco podemos olvidar que “el 19,12% restante se divide entre quema de basuras y escape de vertederos, hogueras, venganzas, vandalismo, obtención de madera a bajo precio, recalificaciones de terrenos, modificaciones de uso del suelo (de forestal a agrícola), disensiones en la titularidad de los montes, etc”. En Aragón las negligencias generan el 52% de los incendios, según datos de Ecologistas en Acción.
La revista Ecosistemas, de la Asociación Española de Ecología Terrestre, señala que “debido a los recientes cambios de uso y gestión del paisaje, los regímenes naturales de incendios han sido alterados, produciendo incendios más destructivos. Algunas zonas tradicionalmente sujetas a incendios frecuentes y poco severos, están actualmente sujetas a incendios poco frecuentes pero intensos”.
Ante este panorama, es necesario desarrollar campañas de sensibilización que frenen esa cantidad enorme de incendios provocados. La verdadera prevención consiste en evitar las causas que originan los incendios, no solo en invertir ingentes esfuerzos económicos y humanos en controlar los ya iniciados. Los dineros del Plan Especial de Restauración para las zonas afectadas que ha anunciado el Gobierno de Aragón no devolverán los árboles a las zonas afectadas.
Son necesarias medidas preventivas efectivas. “Los montes se queman porque no se limpian”, se oye de muchas bocas. A diferencia de otras épocas, en la que trabajaban más personas en territorios rurales, se realizaba el pastoreo,... hoy se han abandonado muchas actividades tradicionales den los bosques. Actualmente hay un exceso de maleza, de biomasa, acumulada por los montes, materiales combustibles que favorecen la extensión de las llamas.
Pero, ¡ojo!, porque las limpiezas indiscriminadas de matorral y monte bajo también producen un impacto ambiental considerable, reduciendo la biodiversidad de los ecosistemas, por lo que deberían restringirse a los márgenes de las infraestructuras lineales y ser realizados de manera selectiva en las áreas cortafuegos. Hace falta un sistema de prevención que tenga en cuenta las particularidades de cada zona. En ciertos casos, algunos estudiosos rechazan los cortafuegos como tales, y promueven la creación de zonas de transición. Plantean, como alternativa, que las plantas se separen entre si y haya zonas que rompan la continuidad de los bosques con pastos para el ganado.
Vallejo y otros autores, en “Restoration ecology: The New Frontier” (Blackwell Science, Oxford 2006) consideran que “existen métodos y herramientas de gestión del paisaje para reducir el impacto de los incendios, es decir, para reducir la erosión del suelo y facilitar la regeneración y recolonización de las especies. Estos métodos se aplican tanto antes del fuego (gestión de la vegetación, del combustible y del paisaje) como después del fuego (técnicas de restauración tales como la protección del suelo, las siembras, las plantaciones, etc.) y deben ser adaptados a la zona concreta de acción y no de forma masiva a toda el área afectada por el incendio”. Controlado y extinguido el incendio, la pérdida de vegetación favorece la erosión con las lluvias otoñales, lo que provoca que los mantos de agua arrastren la capa fértil del suelo y se dificulte la reforestación. Hay que tratar de salir de este círculo vicioso, ya que esta degradación, además de la pérdida de flora y fauna, “altera drásticamente el ciclo hídrico al disminuir la infiltración y, con ello, las reservas hídricas subterráneas, aumenta la escorrentía y el riesgo de crecidas en arroyos y vaguadas con la llegada de lluvias torrenciales. Además, los incendios forestales son una importante fuente de emisión de gases de efecto invernadero (hasta un 1% del total de emisiones en el estado español) y , por tanto, una de los factores que contribuyen al cambio climático”, como nos recuerda Ecologistas en Acción.
“Además de daños sociales (pérdida de vidas humanas y viviendas) y ambientales, los incendios forestales comportan considerables consecuencias económicas, no sólo a causa de la destrucción que originan, sino también por la gran cantidad de recursos que se destinan a medidas de prevención, extinción y restauración”. A pesar de ello, científicos como J.S.Silva, del Centro de Ecología Aplicada Prof. Baesta Neves de Portugal, o J. De las Heras Ibáñez, Ingeniero Agrónomo y profesor de la Universidad de Castilla La Mancha, entre otros muchos, consideran que el drama de los incendios forestales no preocupa como debería a las autoridades de la Unión Europea.
Los datos aportados charran por si solos: no se están haciendo los esfuerzos necesarios en prevención, sensibilización y educación de la sociedad. Si somos los seres humanos los causantes de muchos incendios, queda patente que las multas y medidas represivas no están siendo eficaces. Rogelio Silva, consejero en el Gobierno de Aragón de Política Territorial, Justicia e Interior, Alfredo Boné, de Medio Ambiente, y tantos otros gerifaltes implicados en esto de los incendios no parecen estar muy convencidos en emprender medidas adecuadas para preservar nuestros pinos, encinas, eucaliptos o montes bajos. Sus declaraciones de estos días, incidiendo en las “extraordinarias circunstancias que se dieron a comienzos de la pasada semana y que provocó el inicio de tantos focos de manera simultánea: tormentas secas, vientos y altas temperaturas” dan muestra de su cinismo. ¿Acaso no es habitual que en pleno verano haga en Teruel muchísimo calor, no llueva pero caigan rayos y, al mismo tiempo, se levante viento?.
Se malgastan recursos en desplazar a más de 2.000 profesionales para la extinción de los incendios, evacuar a cientos de vecinas de las zonas afectadas, compensar con ayudas económicas, etc. La práctica totalidad de estos gastos de extinción “se hacen a costa de detraer inversiones de otras actuaciones en medio ambiente, en muchos casos relacionadas con la gestión y conservación de espacios y especies protegidas, resulta preocupante el progresivo incremento de esta partida, especialmente en comparación con los presupuestos existentes para prevención de incendios y conservación de la naturaleza en general” como nos recuerdan desde Ecologistas en Acción. No hay que olvidar, además, la muerte del bombero Ramón Conejero en las labores de extinción del incendio de Cedrillas-Corbalán (unas 200 personas han fallecido apagando incendios forestales en los últimos 20 años).
Este texto no deja de ser más que un granito de arena para implicar a las que lo leéis en la lucha contra los incendios forestales que no son naturales. La conservación de la diversidad biológica es imprescindible para la continuidad de la vida en este planeta, como bien sabía Domingo Esteban Tenas. Con su recuerdo terminamos, el de un albañil, nacido en Lécera (Zaragoza) y vecino de Zuera, que de manera anónima y desinteresada repobló un gran número de hectáreas de bosque en Zuera. Junto a colegios, asociaciones, cooperativas y la Asociación de Vecinos “Odón de Buen”, plantó más decenas de miles de árboles para recuperar la zona quemada en el gran incendio de 1979. Nuestro particular “hombre que plantaba árboles” nos sirve de ejemplo de que otro mundo es posible, si nos ponemos ya mismo a defenderlo y recuperarlo.
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2 Comments:
enhorabuena, estupendo post sobre el asunto de los incendios.
jueves, 30 de julio de 2009, 16:13:00 CEST
Muitas grazias, Zinqueta.
Desde aquí, agradecer a la gente que estudia estos temas.
Yo no he hecho más que cortar y pegar informaciones de aquí y de allá y charrar con algunos amigos entendidos.
Lo más importante es que sepamos difundir esta manera de ver y sentir los montes, los árboles y los paisajes,... porque al ritmo que vamos, ¡vemos el Apocalipsis!
Un saludo, adelante.
viernes, 31 de julio de 2009, 8:08:00 CEST
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